XXVII
Mis betas furiosos y yo
pateamos
puertas a las tres de la mañana,
a
veces robamos botellas
y
figuras de porcelana.
De
mis padres aprendimos el valor de la soledad,
a discutir los problemas en terapia
y
que a las poetas no hay que darles cerveza,
alguna
vez un hombre dijo al amanecer:
“es
maravillosa tu dislexia, maravillosa”,
de
las cuarenta y seis conquistas
conservamos
la importancia del tamaño,
la
belleza de las pecas
y
que el mejor fue él que no,
nuestro
legado son los discos olvidados en el auto madre,
las
multas
y
el camino de ropa sucia a la bañera.
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