Mis betas furiosos y yo pateamos puertas a las tres de la mañana, a veces robamos botellas y figuras de porcelana. De mis padres aprendimos el valor de la soledad, a discutir los problemas en terapia y que a las poetas no hay que darles cerveza, alguna vez un hombre dijo al amanecer: “es maravillosa tu dislexia, maravillosa”, de las cuarenta y seis conquistas conservamos la importancia del tamaño, la belleza de las pecas y que el mejor fue él que no, nuestro legado son los discos olvidados en el auto madre, las multas y el camino de ropa sucia a la bañera.
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