XV






Cuando llegaste con jugo de arándano y vodka,

vi tras el cristal un perro cenizo en tu jardín,


 (tuve miedo)


de una mañana con cabellos desbaratados

y en la almohada tiza negra,


 (algo más eterno que el saborizante de chicle)


y en el cuarto-armario

con el diminuto librero que esperaba crecer,

 (algún día)

nos arrinconamos en el colchón

una mañana,

dos,

 (infinitos los sorbos a café quemado)


y  el silencio de un automóvil

que todo arrollaba 

 (nunca mencioné la calle correcta)

por tener más vueltas

asomar un poco mi rostro por la ventanilla

y sentir

esa muerte en un curva

que no viví.

Por que,

cuando llegaste

no a caballo

ni bajo la lluvia

sino en un Toyota gris

con la luz del freno averiada,


yo no noté

que existían liquidámbares en las esquinas

y un buzón

y zapatillas de soccer balanceándose de los cables,


yo no sabía

de las vueltas que aún se pueden recorrer

cuando la lluvia dice venir.



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