Cuando llegaste con jugo de arándano y vodka, vi tras el cristal un perro cenizo en tu jardín, (tuve miedo) de una mañana con cabellos desbaratados y en la almohada tiza negra, (algo más eterno que el saborizante de chicle) y en el cuarto-armario con el diminuto librero que esperaba crecer, (algún día) nos arrinconamos en el colchón una mañana, dos, (infinitos los sorbos a café quemado) y el silencio de un automóvil que todo arrollaba (nunca mencioné la calle correcta) por tener más vueltas asomar un poco mi rostro por la ventanilla y sentir esa muerte en un curva que no viví. Por que, cuando llegaste no a caballo ni bajo la lluvia sino en un Toyota gris con la luz del freno averiada, yo no noté que existían liquidámbares en las esquinas y un buzón y zapatillas de soccer balanceándose de los ca...